La incoherencia de usar libros de texto

La incoherencia es doble: se nos pide transformar la enseñanza, pero la Conselleria aún refuerza la dependencia del libro de texto con la Xarxa de Llibres.

Eboixader

9/22/20252 min read

Hay algo profundamente contradictorio en el sistema educativo actual: mientras la legislación educativa nos exige diseñar Situaciones de Aprendizaje significativas, seguimos viendo cómo una gran parte del profesorado se aferra al libro de texto tradicional como si fuera el único camino posible.

¿No resulta paradójico que, en pleno siglo XXI, pretendamos desarrollar competencias clave, pensamiento crítico y resolución de problemas reales… con materiales que presentan el conocimiento fragmentado, descontextualizado y uniforme para todos?

El libro de texto nació en una época en la que la información era escasa, casi un lujo. Hoy vivimos en un mundo con exceso de información y de recursos digitales ilimitados. Lo que necesita nuestro alumnado no es repetir ejercicios mecánicos, sino aprender a interpretar, seleccionar, conectar y aplicar lo que sabe.

La propia ley es clara: no se trata de que el alumno aprenda, copie y memorice definiciones, sino de que viva experiencias de aprendizaje con sentido, conectadas con su entorno, que despierten preguntas y no solo respuestas prefabricadas. Pero la realidad en muchas aulas es distinta: cambiar el término “unidad didáctica” por “situación de aprendizaje” y seguir pasando páginas del manual.

Esto no es innovación. Es maquillaje.

La incoherencia es evidente:

  • Se nos pide personalizar, pero el libro de texto estandariza.

  • Se nos pide trabajo competencial, pero el libro fomenta la memorización descontextualizada.

  • Se nos pide incluir al alumnado en la construcción del conocimiento, pero el libro dicta lo que hay que aprender sin margen de cuestionamiento.

La incoherencia es doble: se nos pide transformar la enseñanza, pero la Conselleria aún refuerza la dependencia del libro de texto con la Xarxa de Llibres, ¿no sería mejor invertir estos recursos en otras necesidades más urgentes?

La pregunta es incómoda, pero necesaria: ¿a quién sirve realmente el libro de texto? ¿Al alumnado o a la comodidad del sistema que evita replantearse el modo de enseñar?

No se trata de demonizar el libro. Puede ser un recurso más, un apoyo puntual. Pero no puede seguir siendo el guion único de la experiencia educativa. Porque entonces estaremos incumpliendo, de hecho, aquello que la legislación y, sobre todo, la lógica pedagógica nos exige: formar ciudadanos críticos, creativos y capaces de enfrentarse a la incertidumbre del futuro.

Si queremos coherencia, debemos atrevernos a soltar lastres.